Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
Si
bien parece se encuentran separadas, constitución y política cuentan con vasos
comunicantes que les permite interactuar más allá de los tecnicismos legales.
Una
constitución política, al final de cuentas, es el límite que se pone al poder y
fijar unas reglas de juego en el actuar de las instituciones. Que a veces
funciona y a veces no, es cierto también. Que muchas veces el poder fáctico se
ha llevado de encuentro a la ley de leyes, con derechos e
instuciones incluidas, igualmente lo es.
Una
constitución es una suerte de cristalización en el tiempo de una coyuntura
determinada. Así, se buscaría “perpetuar” un hacer político más allá del calor
en que nació. Todo constituyente y toda constitución aspira a la eternidad, ilusiòn que apunta a la
prolongación en el tiempo del momento en que se promulgó.
El
problema está cuando esa coyuntura cambia y los actores sociales son otros, que
ni por asomo se sienten identificados con lo que establecía la carta en su
momento auroral.
¿Qué
debe prevalecer, la constitución o los nuevos hechos políticos?
El
tema surge a colación del deseo de parte del pueblo catalán de querer
independizarse de España. Los unionistas han recurrido al Tribunal
Constitucional español, invocando la carta del 78 para cualquier intento de
reforma, así como la no tan velada amenaza de la Comunidad Europea de no
reconocerlos como nuevo estado.
En
fin, el asunto por el lado de los unionistas va por la “leguleyeda” (valga la
expresión), por los recursos judiciales que van a contrapelo de la autonomía.
Como que un juicio pueda frenar los deseos de soberanía de un pueblo.
Olvidan
que el pueblo es el soberano más allá de lo que se dijo o no se dijo en una ley
cuarenta años atrás; y nadie, ni las personas, ni los pueblos, pueden estar
unidos contra su voluntad.
Una
constitución es apenas la foto de un
momento dado. Los que apuestan por los escritos legales y otrosís digo olvidan que la realidad prima sobre la foto, quizás ya
un tanto descolorida luego de muchos años y tanto ajetreo.
Algo
de eso está pasando en el debate español sobre la cataluña.
Los
evasivos catalanes quieren irse de la unión ibérica y ningún texto legal o
amenaza de exclusión los va a persuadir.
Quizás
la mejor forma es que ellos decidan limpiamente en un referéndum, en una
consulta ciudadana, como ya se hizo en otras democracias avanzadas. Allí está
el caso de Escocia y el de Canadá, y para sorpresa de los unionistas, más bien ganó
el “no”, la mayoría decidió quedarse en el viejo y criticado estado.
Es
la forma más civilizada para que un pueblo elija su propio destino. Si gana el
“sí” buen viaje y mejor destino, si gana el “no” bienvenido de vuelta a la
unión; porque eso de que “te demando en el fuero para que te quedes” como que
suena hasta medio ridículo. Que se sepa, ningún pueblo se ha quedado atado a
otro por una acción judicial. Mejor déjenlos consultar libremente y nos
atenemos a los resultados.