Eduardo Jiménez J.
jimenezjeduardod@gmail.com
@ejj2107
Para el siguiente comentario sobre la
política arancelaria en el segundo gobierno de Trump he tomado como referencia
principalmente el artículo de Leopoldo Papi, Trump y los riesgos de
perder el “privilegio exorbitante” del
dólar, publicado en la revista Letras Libres (https://letraslibres.com/politica/trump-y-los-riesgos-de-perder-el-privilegio-exorbitante-del-dolar/28/02/2025/). Las opiniones personales sí son
enteramente del suscrito.
EL PADRE
INTELECTUAL DE LA CRIATURA
El
padre intelectual de la política arancelaria de Trump es el economista Stephen
Miran, actualmente presidente del Consejo de Asesores Económicos en la
administración republicana, quien en un artículo proponía “recurrir a aranceles
aduaneros unilaterales y posibles acuerdos multilaterales destinados a reducir
la infravaloración de las monedas de las contrapartes”.
En
el intercambio comercial entre EEUU y las demás naciones, el dólar
norteamericano es una moneda apreciada, por lo que resta competitividad a las
exportaciones norteamericanas, mientras los demás países tienden a depreciar su
moneda y hacer más competitivas sus exportaciones. Es por eso que Miran plantea
una subida de aranceles unilaterales que permita una “equidad” entre el dólar y
las demás monedas, aunque reconoce los límites de una política así, dado que el
dólar es una moneda de refugio a nivel internacional.
EL DÓLAR
COMO MONEDA DE REFUGIO
Efectivamente,
el dólar norteamericano es una moneda de refugio, no solo para las
transacciones económicas sino como moneda de reserva de los estados y de los
particulares. De allí que mayormente la moneda en que un estado guarda sus
reservas internacionales es el dólar (aprox. 60% de las reservas
internacionales se encuentran en dólares), moneda que tiene una aceptación y
confianza internacional. ¿A qué se debe?
LOS BONOS
DEL TESORO Y LOS DÉFICITS GEMELOS
Desde
hace buen tiempo EEUU se encuentra en déficit en cuenta corriente (importa más
de lo que exporta), siendo su balanza comercial negativa con casi todos los
países con los que comercia. Igualmente hace más de 50 años arrastra un déficit
fiscal (el estado gasta más que los ingresos percibidos), que en gran parte es
financiado con los bonos del tesoro, cuyos tenedores se encuentran alrededor
del mundo, y tienen confianza que los EEUU van a honrar la deuda (se le pagará
al acreedor en la fecha de vencimiento más un interés). Es la inversión más
segura, sobre todo en tiempos turbulentos. A ese doble déficit (comercial y
fiscal) se le conoce como déficits gemelos.
A
cualquier estado tener déficits gemelos lo llevaría a bancarrota, su moneda se
devaluaría rápidamente, sería inelegible para nuevos créditos, se le exigiría
reformas profundas en su estructura económica; pero en el caso de los EEUU existe
una seguridad y una tranquilidad en el pago de los bonos del tesoro, debido a
que están frente a la primera nación del mundo, cuyo estado de derecho
garantiza el pago oportuno (no ocurriría lo mismo con países autocráticos como
Rusia o China, cuyas reglas de juego pueden cambiar en forma arbitraria).
Recordemos que el dólar como moneda es igual a cualquier otra. No tiene
respaldo en oro desde hace más de 50 años, el propio gobierno norteamericano, a
su libre facultad, emite el papel moneda (lo que nosotros llamamos “la
maquinita”), pero existe garantía y confianza que se honrará la obligación.
A
lo que se añade otro aspecto importante: la seguridad frente a agresiones
externas que sufre Occidente, contando con el principal ejército del mundo,
altamente sofisticado. Si bien el autor señala que los gastos en defensa de los
EEUU han disminuido en los últimos años, siguen siendo los más importantes
frente a agresiones extra occidentales (léase Rusia, China, los países
musulmanes, etc.). Digamos que EEUU es el defensor y guardián de Occidente, a
cambio de lo cual se le tolera déficits y hasta se le financia los gastos del
estado.
LA POLÍTICA
ARANCELARIA
Generalmente
la política de subir aranceles obedece a financiamiento del estado (es una
fuente de ingresos), a proteger su industria nacional o a temas políticos. Este
último aspecto es el más resaltante.
Siguiendo
el consejo de Stephen Miran, el gobierno de Trump busca renegociar los acuerdos
con sus socios comerciales. De allí que se muestre tan confrontacional con
Canadá o México, sus principales socios en la región, o la propia Unión
Europea. Su estrategia se ha repetido en todos los casos: Amenaza con subir los
aranceles, luego los suspende y busca una negociación favorable. La parte más
débil accede teniendo una pistola que le apunta.
Otro
rasgo es la política doméstica. Con los aranceles elevados busca “repatriar”
las fábricas que se fueron a China y otros países, reiterando que aquellas
industrias que regresen obviamente no pagarán aranceles. En el fondo lo que
busca es dar trabajo a los miles de desempleados norteamericanos, desempleo ocasionado
por la migración de las empresas fuera de EEUU, siendo la subida arancelaria
una medida proteccionista. Tengamos presente que los blancos pobres son el
principal bastión electoral de Trump.
Otro
tema de política doméstica son las elecciones intermedias donde se renueva
parcialmente el Congreso de la nación. Todo indica que la administración Trump
busca algunos resultados inmediatos que le permitan exhibir logros (que serán
magnificados) y que le aseguren una mayoría cómoda en ambas cámaras
legislativas para lo que resta de su mandato, ejecutando en los primeros meses
de su gobierno algunas medidas amargas como una desaceleración económica,
inflación alta o hasta una eventual recesión controlada, ahora que cuenta con
una alta popularidad, que ejecutarlas en las vísperas de las elecciones de midterm
donde los vaivenes electorales e incertidumbre política son mayores.
¿QUÉ PUEDE
PASAR?
1.-
En cuanto al dólar norteamericano, seguirá siendo la principal moneda de
refugio internacional, sustituirla por otra es complicado en el corto plazo. Implica
problemas técnicos y dificultad en establecer consensos políticos inmediatos. Siguiendo
las tendencias históricas, es probable que en un futuro -cercano o lejano- EEUU
deje de tener el protagonismo actual, eclipsándose como gran potencia. En ese
momento el dólar dejará de ser la moneda internacional que es ahora, algo
similar a lo que sucedió con la libra esterlina e Inglaterra en la primera
mitad del siglo XX.
2.-
Por extensión, los tenedores de dólares y de bonos del tesoro igualmente evaluarán
que el gobierno de Trump dura solo 4 años, pudiendo ser sustituido en la
siguiente elección por otro diametralmente opuesto, con otras reglas de juego,
por lo que el dólar -por el momento- seguirá siendo la principal moneda
internacional y los bonos del tesoro una de las fuentes importantes de
financiamiento del déficit fiscal.
3.-
Ello hará que los inversionistas sopesen la “repatriación” de las empresas que
se fueron. El costo de trasladar una empresa y el tiempo de terminación de las
nuevas plantas industriales en suelo norteamericano van a hacer pensar a más de
uno si valdrá o no la pena.
Aparte
que algunos entendidos en el tema sostienen que la, por ejemplo, industria de
automóviles, hoy fuera de EEUU, de repatriarse no cubriría los puestos de
trabajo con que contaba antaño, por la automatización de muchas funciones que
hoy las hacen los robots, siendo imposible cubrir todos los puestos perdidos.
4.-
Una “guerra de aranceles” en un mundo comercialmente tan interconectado, donde
no existe un hegemón indiscutible como antaño, es un juego suicida con
consecuencias impredecibles, incluso para el que prende la hoguera. Decisiones
erráticas, marchas y contramarchas, conllevan perturbación a todos los mercados
y un posible realineamiento de los países de Occidente que cuestionarán a los
EEUU como el garante de la paz mundial, como hasta ahora era visto. En
contrapartida, los rivales de EEUU, Rusia y China, miran desde la platea las
ganancias políticas y comerciales que van a cosechar.
5.-
Muchos economistas dudan también que se vaya a conseguir grandes ingresos con
la subida de aranceles, debido a que se importará menos y el precio al
consumidor norteamericano del producto final subirá, disminuyendo el volumen de
lo comprado. En otras palabras, el peso de la subida de los aranceles lo van a
tener las propias familias norteamericanas.
Por
tanto, es inviable sustituir los impuestos internos que se cobran (sobre todo
el impuesto a la renta) por el cobro de aranceles a productos extranjeros, que no
llegaría a cubrir la enorme brecha de gasto del estado norteamericano. Aparte
que una reducción drástica del impuesto a la renta, como la que propone Trump,
solo beneficiaría a las grandes fortunas, en detrimento de los ciudadanos de
menores ingresos que se verían perjudicados por el recorte en los programas
sociales.
6.-
Como el propio Miran reconocía en su artículo, los aranceles como herramienta
política de negociación tiene sus límites. No se puede amenazar eternamente a
un estado con subidas arancelarias de sus bienes, debido a que buscará otros
mercados donde colocarlos (aunque demore un tiempo de ajuste), y aquellos que
tengan cierto poder en el escenario mundial “contestarán” con medida similares
a productos de origen norteamericano (China, Canadá, la propia UE). Tengamos
presente que del casi 50% del PBI mundial que producía EEUU luego de la II
Guerra Mundial ha pasado al 26% en la actualidad. No sería extraño que las
naciones afectadas busquen nuevos socios comerciales.
7.-
¿Quién gana? Frente a “la política del garrote” esgrimida por Trump, China
entra a tallar, con una cuota del PBI mundial cada vez más importante que, se
calcula, igualará al norteamericano en pocos años. Paradójicamente China, país
totalitario, usando el soft power, puede convertirse en el adalid del
libre comercio mundial y atraer a su área de influencia a otros estados, descontentos
con la política proteccionista y aislacionista de Donald Trump.
Tampoco
sería extraño que, terminados los cuatro años de la administración Trump, EEUU
salga más debilitado frente a un escenario mundial cambiante.