domingo, abril 23, 2023

QUÉ ES LA INFLACIÓN PARA DUMMIES

Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

Desocupado lector, Usted habrá notado, siquiera levemente, que los precios están subiendo incesantemente desde hace unos dos años. Estamos en un período de alta inflación, que es mundial.

 

La inflación la podemos definir como el alza constante de los precios. Las causas pueden ser varias (inflación por costos, por presión de la demanda, por déficit fiscal excesivo o por causas estructurales), como son variados los tipos (inflación reptante, inflación abierta o hiperinflación, esta última experimentada por nosotros entre los años 88-90). Todos estamos de acuerdo en que es un mal a evitar o un defecto a controlar.

 

Acostumbrados por largos años a una inflación de 2 a 3 puntos por año, nos parece extraña una inflación que ha llegado entre nosotros alrededor del 10% anual después de muchos años. ¿Qué pasó?

 

Tenemos que retroceder un poco en el tiempo, al año 2020, cuando comenzó la pandemia y las largas cuarentenas. Recluidos en nuestras casas y sin actividad económica, salvo la esencial (mercados, bancos, farmacias, hospitales), los gobiernos de todo el mundo comenzaron a subsidiar la economía. ¿Cómo? Dando bonos a la gente, a las empresas y regalando el dinero.

 

Claro no lo regalaban tirándolo desde un helicóptero, pero el efecto fue algo parecido. En otras palabras, los bancos centrales comenzaron a emitir papel moneda como cancha: euros y dólares en cantidades inimaginables.

 

Recuerdan que en el artículo sobre la tasa de referencia decíamos que la tasa estaba alta para enfriar el ritmo creciente de precios. Algo similar sucede, pero al revés, cuando queremos reactivar el aparato productivo o que este marche más o menos y no se pare del todo.

 

En vez de subir la tasa de referencia, el BCR hace lo contrario: la baja para que toda la gente tenga acceso a un crédito barato y se mueva la economía. En este supuesto, si usted tiene sus ahorros recibirán poco por tenerlo guardado en un banco, así que de repente preferirá ampliar su casa, comprarse un carro nuevo o hacer un viaje alrededor del mundo.

 

Eso sucedió en la época de la pandemia. Las tasas de interés casi estuvieron en cero y los agentes económicos (las personas) gastaron a manos llenas.

 

El objetivo era que no se enfríe la economía en esos meses de pandemia, pero el costo fue alto. Como el tío Sam (el gobierno de EEUU) tiene el monopolio de la emisión de dólares, comenzó a imprimir (literalmente) miles de miles de millones de dólares. Imagínese una cantidad obscena de dinero y multiplíquelo por un billón.

 

Así en papel nomás, sin ningún respaldo, y repartido vía subsidios a la gente y a las empresas, y a los bancos comerciales a tasas de referencia casi cero para que den créditos baratos.

 

Una ley de la economía es que al existir mayor oferta monetaria (circulante) y los bienes y servicios son los mismos, los precios de estos últimos tienden a subir. Por tanto, pasada la pandemia comenzó imperceptiblemente y luego con más fuerza a subir los precios.

 

Ustedes dirán con justa razón por qué la inflación no solo se circunscribió a EEUU o Europa que es donde se subsidió de esa manera impresionante.

 

Bueno, no fue así porque la mayor parte de bienes que importamos provienen de allá o están cotizados en dólares al ser la moneda por excelencia en las transacciones comerciales. En el caso de nosotros la inflación esta vez fue por contagio. No podíamos hacer nada, salvo controlar los precios con las herramientas que tenemos dentro, como la tasa de referencia y algunos subsidios focalizados. Y, por cierto, entre nosotros el coletazo de la inflación no ha sido tan fuerte como en otros países de la región, gracias a nuestra sólida economía “neoliberal” y la autonomía de nuestras instituciones como el BCR.

 

Sumen a ello que en el año 2022 fue la invasión de Rusia a Ucrania. Ustedes dirán en que me afecta esa guerra. Sí nos afecta, porque de allá vienen los mayores envíos de soya y granos necesarios para la fabricación del aceite y la comida de los pollos, alimento esencial en la canasta básica familiar.

 

Los antimperialistas esta vez sí con justa razón pueden echar la culpa de la inflación al imperio. Bueno, en extensión EEUU y Europa, ya que allá se inició todo.

 

Cuándo terminará esta inflación alta. Se estima que a mediados del 2024. Ya está bajando, tanto acá como en otros países, pero todavía se encuentra en cuidados intensivos, en UCI, de allí que el BCR periódicamente sigue subiendo la tasa de referencia, aunque ya en forma moderada. Es como un carro que poco a poco va bajando de velocidad, hasta llegar a un nivel razonable.

jueves, abril 06, 2023

LAS EMPRESAS PÚBLICAS PARA DUMMIES

Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

   

Podemos decir que las empresas públicas son entidades que sirven para que los políticos de turno puedan realizar mercantilismo y negociar cuotas de poder y, de paso, colocar a gente de su entorno en puestos claves y con muy buenos sueldos, incluyendo familiares, toda bajo el subterfugio de la “rentabilidad social” de la empresa pública o de su posición “estratégica”.

 

Si le quitamos el humor, las empresas públicas en el Perú son una tragedia y un forado de miles de miles de millones de soles que pudieron muy bien ser invertidos en salud o educación. Un ejemplo claro de empresa pública deficiente es Petroperú y su “modernización” de la Refinería de Talara que ya va costando 6,000 millones de dólares y la cuenta sigue subiendo. Elefante blanco para la posteridad. (Lean el libro La tragedia de las empresas sin dueño de Carlos Paredes, una radiografía muy certera de cómo es una empresa pública peruana por dentro).

 

En los años 70, producto de las nacionalizaciones del gobierno militar, llegamos a tener cerca de 200 empresas públicas. Todas fueron un desastre financiero que nos costó a todos los peruanos (en teoría los dueños de la empresa pública) una millonada. Gran parte del presupuesto nacional se iba en financiar a las empresas públicas. Argumentando la rentabilidad social o “fines estratégicos” teníamos cines, supermercados, teatros, líneas de aviación, trenes, etc., etc.

 

De allí que en la Constitución de 1993 se colocaron “candados” para la creación de empresas públicas. No están prohibidas, pero para crear una nueva debe ser por ley expresa, indicando las razones, que no basta la razón social en abstracto o que esta sea “estratégica”.

 

Existió una razón cruda de mucho peso para poner esos candados, porque nadie nos asegura que esta historia de las empresas públicas no se vaya a repetir de nuevo.

 

Igual sucedió con el rol subsidiario de las empresas públicas. Entrar a tallar donde el sector privado no entra.

 

Siendo sincero, ese extremo me pareció muy ortodoxo, como que se les pasó la mano a los constituyentes del 93; pero, viendo y escuchando declaraciones de congresistas que quieren convertir a Sedapal en empresa pública de gaseosas (al final de cuentas tiene el agua, le pones colorante, gas, la embotellas y listo), me hace dudar de sacar ese candado. Serían capaces de crear empresas de juegos de azar, empresas gastronómicas o hasta burdeles, alegando, claro, el “fin social”.

 

Los defensores de las empresas públicas argumentan que otros países tienen empresas públicas y funcionan muy bien. Es cierto, pero para llegar a ese grado de buen manejo empresarial se requiere tres cosas: 1) Independencia gerencial. El gobierno ni los políticos deben inmiscuirse en su gestión. La empresa pública funciona como una privada; 2) Buenos cuadros técnicos. Desde el Directorio, pasando por la o las gerencias, hasta los trabajadores operativos. No entran por “tarjetazo” sino por meritocracia; y 3) Rentabilidad. A pesar de que no les gusta a muchos políticos, la empresa pública debe ser rentable. No en forma gaseosa, sino en números. Debe estar en azul, porque si está en rojo nosotros comenzamos a financiar el desastre de empresa con nuestros impuestos.

 

Claro usted dirá que no paga impuestos, que nunca en su vida ha hecho una declaración jurada ante la Sunat. Sí paga, aunque no lo crea. Lo paga por medio de los impuestos indirectos como el IGV, que gravan los bienes o servicios que consumimos. Cuando toma una gaseosa está pagando impuestos, cuando se compra un celular nuevo ídem. Por qué cree que el IGV entre nosotros llega a 18% cuando en la región el promedio es de 10%. Por eso mismo, para financiar los gastos del estado y a empresas públicas deficitarias.

 

¿Estamos cerca de cumplir con los tres requisitos básicos mencionados líneas arriba? Obvio que no, más bien estamos bien lejos. Por eso, querido lector, que no le vendan gato por liebre cuando algún político anuncia en la reforma de la Constitución, la facilidad para crear empresas públicas. Lo están engañando, al final usted pagará la cuenta.